Érase una vez un valiente sastre llamado Lutek el cual, después de escuchar la historia de la astuta Pato de Oro que se escondía en los sótanos del Castillo Ostrogski, fue a buscarla. Al encontrarla, ésta le regaló cien ducados con la promesa de hacerle rico bajo una sola condición, tenía que gastar todo el dinero en el transcurso de un día sin compartirlo con nadie. En cambio, el muchacho ayudó a un mendigo con el que se encontró casualmente y la princesa encantada, que tomado la forma de una Pato de Oro, le privó de sus riquezas. Lutek comprendío que el dinero no tiene ningun valor si so no puede compartir con alguien. Ya nadie vio nunca más a la Pato de Oro cuyo único recuerdo es la estatua junto al Palacio Ostrogski.
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